En 1988, un productor local en Murillo de Río Leza descubrió que una de sus viñas rojas de Tempranillo producía uvas rojas y blancas al mismo tiempo. Esta mutación genética espontánea, muy similar a lo que sería un caso de albinismo, dio a luz a una nueva uva, la Tempranillo Blanco.
Cosechado a mano en el viñedo Finca del Yergo sobre suelos arcillosos, a una altitud de 550 metros sobre el nivel del mar. Posteriormente, el vino se mantiene sobre sus lías durante seis meses, la mitad en tanques de acero inoxidable y la otra mitad en barriles de roble francés de 225 litros. Esto asegura que el vino sea rico, suave y cremoso, pero que muestre la fruta cítrica y el carácter floral típico de la variedad Tempranillo Blanco. Este vino muestra un bouquet único de notas cítricas (flor de limón y azahar) y frutas (piña y plátano) con toques de menta, miel y madera de cedro, que muestran una sutil mineralidad. Y la sensación en la boca se beneficia del volumen, la estructura y la longitud del Tempranillo original.